El enigma en el
Evangelio de San Mateo es tan ingenioso –primero hizo pensar a las autoridades
religiosas que Jesús había nacido de una virgen, para muchos siglos más tarde
revelar que su padre era también el de José– que es lógico suponer que sea la
obra de un iluminado, y por lo tanto, que su autor fue Jesús.
Además, como las
genealogías de San Mateo y San Lucas se parecen a las del Génesis para Set y
Caín, la primera siendo verdadera y la segunda supuesta, podemos suponer que el
autor de estas genealogías en el Nuevo Testamento descubrió los secretos en las
genealogías del Antiguo Testamento. ¿Y de quién podemos esperar tal hazaña,
sino de Jesús?
Tenemos así tres
buenas razones para suponer que Jesús fue el autor del enigma en el Evangelio
de San Mateo. Esto es algo que tener en cuenta cuando reflexionamos sobre las
consecuencias de la revelación de este enigma. ¿Cuáles son? Una, es que invita
a reflexionar sobre las razones que nuestros antepasados paganos tuvieron para convertirse al cristianismo. Es de suponer que muchos no
entendieron el mensaje de Jesús, pero se dejaron impresionar por todo el
‘abracadabra’ con el que se asociaba al fundador de esta nueva religión. Para
ellos, Jesús era un dios y lo que esperaban de un dios era que tuviera un nacimiento
y una muerte sobrenatural; que en su persona se cumplieran ciertas profecías; y
que realizara una variedad de milagros, etc. Hoy, tantos siglos después, vemos que muchos cristianos aún siguen
interesándose más por los milagros que hizo Jesús y por las profecías que se
cumplieron en él, que por sus ideas: la empatía con los pobres, la
no-violencia, el aprovechar los talentos recibidos, el no juzgar para no ser
juzgado con la misma medida, el no portarse como hipócritas, etc. La revelación
de este enigma les anima a cuestionar por fin a estos milagros. Porque si
su concepción virginal fue una mentira, ¿cómo pueden aún estar seguros de los
otros milagros con los que asocian a Jesús?
Otra
consecuencia es que demuestra que Jesús era un iluminado. Crear un enigma que primero hizo pensar a la gente que él había
nacido de una virgen, para tanto tiempo más tarde revelar que no era así, es
tan sumamente ingenioso que solo puede ser la obra de un iluminado.
Y aún otra consecuencia de la revelación de este enigma, y quizás la más
importante, es que pone hoy en evidencia tanto a las
autoridades de las tres religiones monoteístas como a las autoridades de los no
creyentes que estudiaron esta obra. Pone en evidencia a las autoridades cristianas
porque demuestra que hace muchos siglos, basándose en una mala interpretación
del primer capítulo del primer libro del Nuevo Testamento, crearon un dogma que
las generaciones siguientes aceptaron sin demasiado oposición; a las judías porque
demuestra que Jesús había descubierto unos secretos en el Génesis que
ellos aún hoy siguen ignorando; a las musulmanes, que también consideran que
Jesús nació de una virgen (para ellos es un profeta, no el hijo de Dios),
porque adoptaron una idea del cristianismo sin verificar su orígen; y a las
autoridades de los no creyentes porque aunque presumen de estudiar la Biblia de
una manera racional, no descubrieron el secreto del enigma en el Evangelio de
San Mateo. Todos se dejaron engañar por lo que estos
textos parecen decir, cuando realmente dicen otra cosa.
La revelación de este enigma nos enseña que Jesucristo no se fió ni de las
autoridades judías ni de las autoridades cristianas y que ideó ese enigma
expresamente para poner en evidencia, en algún momento del futuro, a las
autoridades. ¿Pero por qué? Como Jesús, el fundador del cristianismo, era un
iluminado, tiene que haber reflexionado mucho sobre las religiones y haberse
dado cuenta tanto de lo bueno como de lo malo que conllevan. Y al haberse reflexionado también sobre el
orígen y la evolución de esas religiones tiene que haberse dado cuenta de que
las religiones fundadas por un iluminado sufren mucho después de su muerte,
porque sus discípulos, y los discípulos de estos discípulos, no están a la
misma altura, y porque todas las profesiones que consiguen la admiración de la
gente suelen atraer a gente que está interesada en el poder.
Lo bueno de las religiones es que animan a la gente a portarse bien y que
ofrecen a los individuos la posibilidad de formar parte de una comunidad; lo
malo es que a veces animan a la gente a portarse mal con la gente que no se
porten bien –y que no ven en este comportamiento ninguna contradicción– y
también que al unir gente en un grupo, les separan de otros grupos y, a veces,
incluso les enfrentan a ellos.
Referente a los fieles de las diferentes religiones, es importante darse
cuenta de que la mayoría no lo son por libre elección, sino porque nacieron
dentro de una comunidad que profesa una determinada religión. Si estos fieles hubieron
nacido en otra comunidad, profesarían otra religión. Esto significa que estas
autoridades, que ahora defienden las tesis de una determinada religión, mientras
critican a las demás, en el caso de haber nacido en otra comunidad, defenderían
unas tesis que ahora critican.
Antes hemos señalado que los creyentes, en vez de tener fe en los dogmas de
su religión, tienen fe en las autoridades religiosas que los defienden. Ahora
tenemos que remarcar que formar parte de una comunidad es para muchos fieles
muy importante. La necesidad de formar parte de una comunidad es a menudo tan
fuerte que no se atreven a cuestionar lo que esto conlleva, y que por miedo de
ser expulsados no se atreven a cuestionar o criticar las ideas y el
comportamiento del grupo al que pertenecen.
Las diferentes religiones y filosofías dividen a la gente. El filósofo y
teólogo suizo Hans Küng señala en su libro ‘Islam: Pasado, Presente y Futuro’:
“No habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones. No habrá paz
entre las religiones sin diálogo entre las religiones. No habrá diálogo entre
las religiones si no se investiga los fundamentos de las religiones.” Como esto
es una verdad como una casa, podemos estar seguros de que Jesús, un iluminado
que la gente consideraba el Mesías –la persona que ayuda a la humanidad a
recuperar la armonía– ya se había dado cuenta de ello hace 20 siglos. Al poner
en evidencia a las autoridades religiosas obliga a los fieles a investigar los
fundamentos de sus religiones y así tiende puentes entre los fieles de las
diferentes religiones y filosofías.
En cierto momento,
Jesús dijo: “La verdad os hará libres”. Cuando reflexionamos sobre nuestra
relación con las ‘autoridades’, vemos que al poner fe en ellas menospreciamos
nuestra propia razón y nos covertimos en sus esclavos. Hoy, al revelar sus
secretos, el enigma que Jesús ideó nos hace libres. Y no solo hace libres a los
fieles, sino también a todas las autoridades religiosas que trabajan para un
mundo mejor, y para quienes los dogmas solo significan una carga que hace más
difícil el contacto con toda esa gente que tiene otras religiones o filosofías.
Con la revelación
del enigma en el Evangelio de San Mateo ha llegado el momento para estudiar las
religiones de una manera racional y darnos cuenta tanto de las cosas buenas como
de las cosas malas de las diferentes religiones y filosofías.
Los escépticos
pueden opinar que las religiones son cosas del pasado y que la gente racional
no las necesita. No tienen razón, en primer lugar porque ellos no son seres
racionales –si lo fueron, al estudiar la Biblia hubieron descubierto sus
secretos; si lo fueron, al reflexionar sobre la evolución humana se hubieron
dado cuenta de que una sociedad que no vive en armonía, como la nuestra, está
predestinada a autodestruirse–, y en segundo lugar porque sin las religiones
hubieramos perdido los libros sagrados, algo que hubiera sido nefasto, porque la
Biblia ofrece un ideal para el que luchar –un mundo mejor–, y sin ese ideal
hubiera sido fácil convertirse en prisioneros del presente. Esto es lo que ha
ocurrido ahora. Si hoy el mundo se enfrente otra vez a una crisis de nivel
mundial, es porque nos hemos concentrado tanto en el presente, que no
aprendímos de los errores del pasado.
Conviene también que
los no creyentes se den cuenta de que su ‘fe’ en la ciencia se parece mucho en
la ‘fe’ que los creyentes tengan en la religión. Por supuesto que no hay nada
malo con la ciencia en sí, pero sí cómo la evaluamos. No tiene sentido pensar
que en el futuro la ciencia nos va a solucionar todos los problemas, cuando hasta
ahora ha servido básicamente para que cada vez más un porcentaje más alto de
los recursos queden en las manos de un grupo más reducido de la población
mundial. Además, el mal uso que hacemos de la ciencia ha hecho que nuestras
armas se hicieran continuamente más sofisticadas hasta llegar a tal punto que
hoy pueden causar la autodestrucción de toda la humanidad.
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