¿Cómo pueden los creyentes
aceptar una idea que la ciencia ha demostrado que es falsa? Los creyentes
responden: “Es una cuestión de fe”. Esta respuesta, que es básicamente lo mismo
que decir ‘lo creemos porque lo creemos’, no admite réplica, pero no explica
nada y se parece mucho a la respuesta ‘las cosas son así porque son así’ que
los adultos suelen dar a sus hijos pequeños cuando, hartos de sus continuas
preguntas, no encuentran las respuestas adecuadas.
Los creyentes dicen tener
fe, pero no es en el dogma de la concepción virginal de Jesús u otras ideas
parecidas en las que tienen fe, sino en las autoridades religiosas que
defienden esas ideas. Por lo tanto, cuando intentamos convencer a los creyentes
de que ciertas ideas de su religión van contra la ciencia no debemos dirigirnos
a ellos, sino a esas autoridades religiosas. El problema es que al hablar sobre
la concepción virginal de Jesús estas personas también suelen responder: “Es
una cuestión de fe”. Esto significa que lo único que podemos hacer para que los
creyentes cambien de opinión sobre el dogma de la concepción virginal de Jesús
es investigar su origen.
Un
estudio del cristianismo primitivo nos enseña que los primeros cristianos no
creían en esta idea. ¿De dónde viene entonces? ¿Qué hizo pensar a las
autoridades religiosas, tantos decenios después de la muerte de Jesús, que
había nacido de una virgen?
Cuando
consultamos el Nuevo Testamento vemos que de Jesús nunca se dijo que nació de una
virgen y que sólo dos de los cuatro evangelios mencionan algo misterioso en
relación a su nacimiento. Si Jesús nació
realmente de un milagro, ¿por qué no lo mencionan los otros dos? ¿Y por qué
tampoco lo hace San Pablo, que escribió 13 de los 27 libros que forman parte
del Nuevo Testamento? Al buscar respuestas a estas preguntas nos daremos cuenta
de que lo lógico es suponer que el dogma de la concepción virginal de Jesús
tiene que ver con esos dos evangelios que sí que relacionan el nacimiento de
Jesús con un misterio. Esos evangelios
son también los únicos que ofrecen genealogías para Jesús. Como estas listas no
coinciden ni en todos los nombres ni en la cantidad de generaciones, añaden aún
más misterio al nacimiento de Jesús.
Tanto
misterio puede sorprender a todos aquellos que consideran que un libro sagrado
dice toda la verdad, pero no a los que saben que originalmente llamar un libro
‘sagrado’ significaba reconocer que contenía secretos. La existencia de estos
misterios en la Biblia, solo confirma que efectivamente es un libro
sagrado.