San Mateo también
tenía otro motivo para referirse a una virgen. Él hacía proselitismo para una
nueva religión y en aquellos tiempos había muchos pueblos que estaban familiarizados
con la idea de un Dios nacido de una virgen. Esto era el caso, por ejemplo, de
los persas y los egipcios. Sugerir que Jesús nació de una virgen ayudó a toda
esa gente a aceptar el cristianismo.
Es importante darnos cuenta de que San Mateo no dice en ningún momento que
Jesús naciera de una virgen. Solo lo insinúa, y lo hace refiriéndose a un texto
del Antiguo Testamento que permite a la gente comprobar que efectivamente es
solo una insinuación.
La revelación del enigma en el Evangelio de San Mateo nos ayuda a entender
que el Nuevo Testamento fue creado como un caballo de
Troya para conquistar a los paganos.
Según la leyenda, cuando los griegos se dieron cuenta
de que era muy difícil conquistar Troya por la fuerza, decidieron utilizar la
astucia. Después de construir un caballo de madera inmenso, que estaba hueco
por dentro y en donde se escondieron soldados, los griegos se retiraron. Al día
siguiente, los troyanos dieron por hecho que los griegos habían abandonado su
empresa al darse cuenta de las buenas defensas de la ciudad. Al llegar al
campamento griego encontraron el caballo de madera encima de una plataforma con
ruedas. Supusieron que se trataba de un tipo de ídolo y lo llevaron dentro de
la ciudad como trofeo. Esa noche, después de que los troyanos hubieron
festejado la victoria, los griegos salieron del caballo y abrieron las puertas
de la ciudad a sus tropas.
Al igual que el Antiguo Testamento fue creado para
iluminar al pueblo judío, el Nuevo Testamento –no utilizamos este término solo
para referirnos a su versión escrita– lo fue para iluminar a los demás pueblos.
De esta forma, la iluminación que alcanzó primero a un solo hombre –la persona
que creó el misterio en el que se basa el Antiguo Testamento– pasó luego a un
pueblo para llegar después a todo el mundo. Y para atraer a los paganos al Nuevo
Testamento –el cristianismo–, los evangelios se basaron en un misterio con
muchas referencias a ideas paganas. El estar familiarizado con esas ideas hizo
que fuera relativamente fácil para los paganos aceptar esa nueva religión.
Como el misterio del Antiguo Testamento tiene que ver con la idea de que en el pasado la humanidad había vivido en armonía, para atraer a los paganos hacia el monoteísmo, Jesús basó el nuevo misterio, el del Nuevo Testamento, en la figura del Mesías, la persona que haría posible recuperar esa armonía. Mientras que para atraer a los judíos al cristianismo el Nuevo Testamento hace referencia al hecho de que en la figura de Jesucristo se cumplieron muchas profecías del Antiguo Testamento, para atraer a los paganos se mencionaron varios milagros.
El haber revelado el enigma en el Evangelio de San Mateo nos enseña también que la profecía a la que se refiere no es la de un niño que nace de una virgen, sino la de un niño al que ponen por nombre Emmanuel. Muchos lectores de la Biblia han opinado que no tiene sentido referirse a una profecía de Isaías sobre un niño llamado Emmanuel para demostrar que ésta se ha cumplido en un niño llamado Jesús. Sin embargo, pensar enseguida que San Mateo se contradice a sí mismo, tampoco tiene sentido. Además, demuestra tener poco humildad. Como no podemos esperar de San Mateo que tire piedras contra su propio tejado, lo lógico es suponer que esos nombres tienen algo en común.
No debemos ignorar el valor dado en el judaísmo a los
nombres. San Mateo dice que traducido Emmanuel significa: ‘Dios con nosotros’.
Por lo tanto, podemos suponer que esto es también a lo que se refiere el nombre
‘Jesús’. Cuando estudiamos el origen de este nombre vemos que es una versión
nueva del nombre Josías (como el que marca la deportación a Babilonia) y que
viene de Yehoshua que significa ‘Yahveh es la salvación’. ¿No es esto lo mismo
que ‘Dios con nosotros’?
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